
Abrí la puerta y no estaba, revisé el cajón y tampoco, busqué en el patio y en otros lugares más pero no había caso...el paraguas no estaba y yo atrasada con la mochila al hombro. Ahí quedó un café sin saborear, un pan más quemado que tostado y la ropa sobre el sofá...debía irme, no podía perder el bus de las 8.
Amarré mis zapatos, me puse una bufanda y un gorro y salí a la calle, ese día agradecía no haberme puesto maquillaje en los ojos, las gotas de lluvia lo habrían transformado en lágrimas negras.
Andén número cinco, pero rápido que el bus se va y mis pies resbalaban en la cerámica tratando de llegar, el auxiliar me alcanza a divisar y abre la puerta, pude sentir el aire tibio y la respiración agitada cada vez se hacía más serena. Sentí las miradas de todos, mi asiento el número once, nadie estaba a mi lado y en ese momento solo una frase se repetía en mi mente: "Lo logré" y es que quería escapar de todo, la vida en Santiago no había sido fácil, necesitaba la tranquilidad de un pueblo muerto, donde nadie me conociera, donde nadie supiera de mi vida.
Miraba por la ventana y paisajes de sembrados, de chimeneas humeantes me daban felicidad y en ese ir y venir de ideas a mi mente el bus frena y solo puedo ver al auxiliar subiendo una docena de árboles pequeños en el maletero y una figura extraña avanzaba por el pasillo, empapada en lluvia, con una casaca gruesa con flores grandes, un gorro verde que cubría toda su cabeza, lentes de gran aumento y una bufanda que la envolvía. Parece que con su nariz, que era lo único que bien distinguía de ella olfateaba algún lugar vacío para sentarse y yo solo quería que pasara de largo por mi puesto, se paró frente a mi y en dos movimientos ya tenía su bolso de mano acomodado en la repisa y ella instalada a mi lado, en ese momento cerré mis ojos para hacerme la dormida, era un viaje de cuatro horas y no tenía la intención de conversar.
..."Isabel por favor te lo pido"... esa fue la frase que me hizo mirarla...ella cantaba ese tango y lo tarareaba, retrocedí veinte años y me veía cortando uvas con mi abuelo encaramada en una escalera...él silbando y cantando el mismo tema. ¿Usted es de la zona?...sólo eso atiné a decir...Uy mija!, llevo mas de cuarenta años viviendo acá, cuando me casé con Manuel nos compramos un ranchito, que ahora se ha transformado en mi refugio de la vida eterna, - Le sonreí y con eso le dí la entrada para que me revelara parte de su vida.
Mire mijita, yo sé hacer de todo, por que de siempre he sido independiente, me fui a vivir a Buenos Aires y aprendí mucho de automóviles, trabajé de mecánica por bastante tiempo, me casé, pero el sabandija ese me pegaba incluso cuando estaba embarazada, asi que esperé a que naciera mi chiquilla y agarré mis cuatro pilchas y me vine a Chile. De cocina sabía algo y no me demoré mucho en encontrar un puesto de ayudante de cocinera en un local del mercado, tenía que trabajar para alimentar y vestir a mi cabra, la viera uste ahora con su delantal blanco de enfermera en el jota Aguirre, a veces me va a ver con su marido y con el rusio chico, "tan lindo que salió el chiquillo" y se le llenaban los ojos de un brillo...el mismo que reflejaron mis ojos cuando me dieron la noticia la semana pasada.
Y usté niña...no le veo cara de provinciana- No!...yo soy de Santiago- Y qué viene a hacer por acá? y en ese momento enmudecí y me costó ligar las palabras y solo dije "De paseo", ella me miró y me dijo "usté tiene pura cara de enamorá"..."pero esconde algo triste"...le pasó algo?- A mi?...nooo!!, nada- ...mmm... no me engañe, mire que por algo tengo el pelo más blanco que usté - Yo solo le sonreí.
Me acuerdo que todos los días, después del trabajo en el mercado llevaba a mi hija a la Quinta Normal, le compraba un paquete de galletas y ella corría a jugar, perseguía a las palomas y yo me quedaba mirándola sentada bajo un árbol y pensaba si mi vida siempre sería asi, solas las dos y a veces me corrían las lágrimas...todos los domingos en el mismo árbol pensaba tantas cosas sobre mi futuro...ese árbol se convirtió en mi confidente, sabía todos mis secretos y algunas veces hasta me enojaba con él, por que no tenía a nadie más que me escuchara, pero él siempre ahí, hasta que un día sentí que me abrazaba con sus ramas. Lo más importante es que ahí conocí al Manuel...mi viejito, la Isabelita estaba chiquitita y quería un globo rojo y yo no tenía más monedas y lloraba hasta que sentí una mano sobre mi hombro y vi al Manuel sonriendo y sosteniendo el globo para mi niña...si...fue ahí donde nos conocimos y me aceptó así, tal como era, una mujer trabajadora y con una hija. Yo la escuchaba atentamente y podía imaginar su historia y hasta podía verla de veinte años y a la vez me miraba yo y en ese momento me hubiese gustado robarle parte de su espíritu y así espantar mis temores, sabía que mi vida había cambiado, pero me faltaba fuerza, esa fuerza que le sobraba a la anciana.
Sabe usted niña...ahora con mi viejo tenemos un invernadero, trabajamos en plantas y eso nos mantiene vivos, no hay día en que no me despierte con una flor en mi almohada, aunque sea una flor silvestre y eso que ya tengo 74 años, pero aún actuamos como novios y preparo pétalos de rosas en miel, ensalada de pensamientos y muchas otras cosas para mantener vivo el amor. Y usted hija ¿Tiene novio? - Si, le respondí, a él también lo vengo a ver...él trabaja por acá- Me alegro mija, los hombres del sur son buenas personas, le aseguro que van a ser felices ustedes tres- En ese momento casi se me escapan los ojos y la miré ¿Cómo sabe que estoy embarazada?, le dije niña, estas canas las tengo no solo de vieja, sino de experiencias que he vivido y puedo reconocer en su rostro el mio, cuando escapaba de la Argentina.
Conversamos por largo rato y de pronto se despide, ella bajaba antes del terminal y me da un beso en la mejilla y me dice "Confíe no más", como si supiera mi pregunta y me despedí, pero antes le dije: ¿Cómo la puedo ubicar?, en el mercado, frente a donde venden los animales, pregunte por la luz de luna, todos me conocen por ese nombre, se dio media vuelta y bajó del bus y el auxiliar le ayudaba a bajar sus árboles y con una seña me despedí.
Llegué a las 12 y a las 12:35 ya lo tenía frente a mi "vamos a tener un hijo"...sólo eso pude decir y el resto fue un ahogo de lágrimas, él lo dudaba y no quería familia, porque ya tenía una...fue la última vez que lo vi.
Recorrí calles y aún llovía, me paré afuera de una iglesia y apretaba mis brazos en mi vientre y las lágrimas se confundían con gotas de lluvia, caminé y caminé...llegué a una feria larga y un campesino se me atraviesa con un montón de cebollas, lo miré y solo atiné a preguntarle: ¿Conoce usted a la luz de luna?.